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EL SEXTO PECADO CAPITAL

La envidia ombinada con el miedo, el egoísmo y la traición es como una granada esperando explotar para destrozar con sus esquirlas cualquier asomo de éxito que podamos tener. Por eso es imperativo que nos cuidemos de toda la gente portadora de esos males que se han colado a nuestro reino procedentes del infierno. El mundo de los humanos es complicado. Si es trabajoso descollar y llegar a la cima, mucho más difícil es mantenerse en ella.

Es un sentimiento maldito de la raza humana, el que más genera enemigos silenciosos y por eso es muy peligroso mostrarse superior a los demás. Es una mezcla de pena y rabia, un desagrado que siente el hombre o la mujer mediocre inducido por la prosperidad y la alegría de los otros, por el deseo de poseer lo que otros tienen. Es la reacción de los fracasados, quienes buscando evadirse de su realidad se escudan en una cruzada moral exaltando valores que no tienen, desacreditando a los exitosos. La envidia existe y debemos cuidarnos de sus efectos perniciosos. 

Los envidiosos tratan de invalidar a los otros atribuyendo su buena fortuna (la de los envidiados) a las conductas incorrectas, manipulando la realidad con su psiquis perversa. Observe a su alrededor y verá como la tragedia ajena es el consuelo de los mediocres. La gente tiende a buscar y comentar las noticias desgraciadas como si eso le produjera un alivio existencial. 

“De todos los trastornos del alma, la envidia es el único que nadie admite tener” decía Plutarco por los años 46-120 d.C. Así como Esquilo que dijo aproximadamente 600 años antes de Plutarco: “El proverbio dice que no muchos hombres pueden amar sin sentir envidia de un amigo cuya fortuna prospera; y alrededor de la mente envidiosa el frio veneno se adhiere y duplica todo el dolor que la vida le ocasiona. Necesita cuidar de sus propias heridas y siente la felicidad de los demás como una maldición.”

La envidia combinada con el miedo, el egoísmo y la traición es como una granada esperando explotar para destrozar con sus esquirlas cualquier asomo de éxito que podamos tener. Por eso es imperativo que nos cuidemos de toda la gente portadora de esos males que se han colado a nuestro reino procedentes del infierno. El mundo de los humanos es complicado. Si es trabajoso descollar y llegar a la cima, mucho más difícil es mantenerse en ella. 

Dicen los expertos que de las cosas que resultan más problemáticas de manejar al ser humano son sus sentimientos de inferioridad. Al enfrentarnos con una persona talentosa, con capacidad, con un poder superior, a menudo nos sentimos perturbados e incómodos y que esto se debe a que tenemos una conciencia exagerada de nosotros mismos. Cuando nos encontramos con quienes nos superan nos percatamos de aspectos en los que en realidad somos mediocres o al menos no tan brillantes como creíamos, entonces esta perturbación de nuestra imagen personal no puede tolerarse mucho tiempo sin que se despierten emociones negativas. 

La envidia es un sentimiento clandestino porque la sociedad lo condena, además, mostrar envidia significa admitir que somos inferiores, por lo que se disimula de muchas formas. Este sexto pecado capital debe ser combatido y como nadie está exento, tiene que ser controlado con mucha fortaleza de carácter en nuestro camino a la superación. Aquí van algunas recomendaciones: 

Primero: Practiquemos la máxima: “A quien Dios se lo da, San Pedro se lo bendiga.” Y alegrémonos del éxito ajeno. 

Segundo: Aceptemos el hecho de que siempre habrá individuos que de algún modo serán superiores a nosotros y utilicemos ese sentimiento como fuerza impulsora para tratar de igualarnos a ellos algún día. 

Tercero: No dejemos que la envidia se nos vuelva hacia adentro porque nos envenenará el alma. Es más fácil evitarla antes de que aparezca, que eliminarla una vez que se ha desarrollado. ¡Impidamos que crezca! 

Cuarto: Entendamos que en la medida que nos desarrollamos y ganamos poder, quienes se quedan atrás y/o debajo de nosotros nos tendrán envidia. Es inevitable, aunque no lo demuestren. Por lo tanto, no debemos aceptar ingenuamente la fachada que nos exponen, tenemos que aprender a leer entre líneas las críticas, los pequeños comentarios sarcásticos, las virtuales puñaladas por la espalda, el elogio excesivo y sobre todo, esa mirada de resentimiento que muchas veces no se puede disimular. Los grandes problemas de la envidia aparecen cuando no lo reconocemos hasta que ya es demasiado tarde. ¡Neutralicemos al envidioso! 

“Una vez que la envidia se muestra tal como es, la única solución suele consistir en huir de la presencia del envidioso y dejar a que hierva en su propia salsa” escribió alguien. 

Por último: Aprendamos de la frase de Don Quijote de la Mancha: “Nos ladran Sancho…señal de que avanzamos.” 

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